Bastaba estirar la mano
y se tocaban los corazones de los pueblos latinoamericanos.
Bastaba voltear un poco la mirada y ahí estaban el relámpago desparramado del Amazonas, la cicatriz indeleble de los Andes, el soberbio estar del Aconcagua, la interminable Tierra de Fuego, el siempre inquieto Popocatépetl.
Y con ellos estaban los pueblos que les dieron nombre y vida.
Porque hubo un tiempo en que Chile y todos los países de la América Latina quedaban más cerca de México que el imperio que, desde el norte geográfico y social, impone lejanías a quienes compartimos la vecindad de la historia.
Hubo un tiempo.
Tal vez todavía es ese tiempo.
http://palabra.ezln.org.mx/comunicados/2004/2004_10_09.htm
http://ilesxi.wordpress.com
Bastaba voltear un poco la mirada y ahí estaban el relámpago desparramado del Amazonas, la cicatriz indeleble de los Andes, el soberbio estar del Aconcagua, la interminable Tierra de Fuego, el siempre inquieto Popocatépetl.
Y con ellos estaban los pueblos que les dieron nombre y vida.
Porque hubo un tiempo en que Chile y todos los países de la América Latina quedaban más cerca de México que el imperio que, desde el norte geográfico y social, impone lejanías a quienes compartimos la vecindad de la historia.
Hubo un tiempo.
Tal vez todavía es ese tiempo.
http://palabra.ezln.org.mx/comunicados/2004/2004_10_09.htm
http://ilesxi.wordpress.com
Δεν υπάρχουν σχόλια:
Δημοσίευση σχολίου